divendres, 14 de desembre del 2012

Traslación

[Posdata. Publicat el 14/12/2012]

Entrevista con Luz Gómez, premio nacional de traducción

 
El 6 de noviembre pasado, el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte concedió a Luz Gómez el premio nacional a la mejor traducción por su versión de En presencia de la ausencia de Mahmud Darwix, libro publicado por la editorial valenciana Pre-textos. La galardonada es entrevistada para Postdata en el Campus de Cantoblanco de la Universidad Autónoma de Madrid, alfombrado de hojas de álamo. Ella habla del premio a la traducción, relatando su sorpresa: el Ministerio ha reconocido la versión de una obra del literato palestino más relevante y uno de los mayores poetas árabes, pero en un libro en que empleó la prosa; además, se premia la traslación de un texto en el que Darwix culmina su paulatino alejamiento del verso militante para acoger, de manera plena, una literatura abierta a la experiencia humana universal, por lo que tampoco puede aducirse ninguna querencia “orientalista” del jurado; y, por último, la premiada no es traductora profesional, sino una profesora universitaria que imparte clases en la Autónoma y antes lo hizo en la Universitat d'Alacant. Por tanto, ninguna circunstancia parece avalar el galardón, más que el valor mismo de la tarea realizada.

Públicar traducciones no es el tipo de méritos que consideren las agencias de evaluación del profesorado universitario, sino todo lo contrario; tampoco la remuneración económica compensa las horas de esfuerzo. Entonces, ¿por qué traducir literatura árabe? Luz Gómez explica con palabras muy precisas, con un argumento milimétricamente engarzado, lo peculiar de esta tarea. “El nexo de los pueblos árabes es su lengua, que ha sobrevivido prodigiosamente durante más de quince siglos. No es más difícil que cualquier otro idioma, pero el peso de la tradición hace del árabe un código grávido, afectado por la pluralidad de sus manifestaciones orales y sobrecargado en sus significados. Lo vernáculo se convierte en una especie de peso cargado de historia, que se siente en cualquier expresión lingüística.” Por ello, traducir no es más –ni menos– que enfrentarse con esa tradición secular, aprender de ella y traerla al tiempo presente; es decir, un ejercicio de formación permanente que le permite concluir a la profesora que recibe más de la lengua de lo que ella pueda aportar a la comunidad lingüística en español. En el sentido de la confrontación con la pesadez del código lingüístico, su tarea de traducción mira a la renovación literaria emprendida por los grandes escritores árabes contemporáneos como, entre otros, Badr Shakir al-Sayyab, Saadi Youssef o Mahmud Darwix. También ellos han conseguido proyectar su literatura en el panorama mundial, confrontándose precisamente con su tradición lírica y su “pesada” lengua. Traductora y traducidos pugnan con los mismos grávidos molinos.

Luz Gómez se aproximó a la obra de Darwix (1941-2008) por la empatía que generan sus primeros poemarios, aquellos en los que da expresión lírica plena a la causa, o mejor, a la herida palestina. Darwix llegó a formar parte del Consejo Ejecutivo de la Organización de Liberación de Palestina (OLP). Cuando la aviación israelí comenzó los bombardeos sobre la capital libanesa, se negó a ser evacuado. Después, llegó la infame ocupación militar de las denominadas Fuerzas de Defensa Israelí y las matanzas, permitidas por el ejército invasor, de la población palestina refugiada en los campamentos de Sabra y Chatila (1982). La tragedia de su pueblo y el drama de Beirut se amalgaman en los versos urgentes de Darwix que pueden leerse en Només un altre any (Edicions 62, 1993), con traducción de la malograda Dolors Cinca. Antes de la antología de la arabista catalana, un modelo de compromiso social, había aparecido Desde Palestina (traducción editada por Libertarias-Prodhufi, 1989). Años después Manuel Feria traduciría Memoria para el olvido donde el poeta revive la masacre de Sabra y Chatila.

Pero junto al relato de su dramática vivencia, los esfuerzos de Darwix por abrir caminos poéticos innovadores quedan acreditados ya en Menos rosas (1986). En 1993, después de unas negociaciones auspiciadas por Estados Unidos y acogidas por el gobierno de Noruega, Isaac Rabin en nombre de Israel y Yasser Arafat, líder de la OLP, estampan su firma en los Acuerdos de Oslo. El poeta no secunda los Acuerdos y renuncia a sus responsabilidades en la OLP. Pero mientras sus poesías emblemáticas se convierten en estandartes del terrible camino de los Territorios Palestinos hacia la conformación de su Estado y sus recitales poéticos llenan estadios, Darwix se embarca en una singladura solitaria para construir una epopeya lírica en árabe. Su creación se orienta cada vez más a elementos de impronta universal, lo que no impide que quede jalonada de giros imprevistos. Así, alcanza una cúspide creativa en Once astros (1992, traducción castellana publicada por la AECI en 2000), con la construcción de un universo simbólico en el que él, el paradigma del transterrado, puede encontrar refugio. Tres años después aparece ¿Por qué has dejado el caballo solo?, una autobiografía poética que pudiera parecer una aportación definitiva. Pero, como narra Luz Gómez apasionadamente, “el poeta se reinventa una y otra vez”. Da a la imprenta una obra cálida en torno al amor: El lecho de una extraña (1999, traducida en Hiperión en 2005). Un año después y tras un infarto, aparece Mural, que incluye el tratamiento poético de las sobrecogedoras visiones que le acaecieron en la crisis cardiaca.

Luz Gómez no sólo ha seguido este periplo poético y ha documentado el esfuerzo del poeta para confrontarse con la tradición del árabe, mezclando géneros, renunciando a la métrica, pero dotando al verso libre de ritmos clásicos, sino que pudo comprobar ella misma, al servirle de traductora en sus visitas a Madrid y Andalucía, su incomodidad cuando se le restringía a su primera poesía militante. Por ello, Luz Gómez se marcó como objetivo que Darwix apareciera no sólo en colecciones comprometidas, más o menos remotas, sino que se editara, como el gran autor que era, en las series de poesía de mayor difusión. Le chispean los ojos a la profesora cuando recuerda que la editorial Cátedra publicó sus traducciones de El fénix mortal (2000) –obra que apareció el mismo año en el que el ministro de Educació de Israel se vió obligado a incluir en los curricula poemas de Darwix– y Estado de sitio (2002). Ese objetivo personal se ha cumplido con creces con las cuidadas ediciones realizadas por la editorial Pre-textos de una gran antología, Poesía escogida (1966-2005), publicada en 2008, de los poemas de Como la flor del almendro o allende, que vieron la luz un año después, y de la galardonada ahora En presencia de la ausencia. Esta última obra es un relato de la experiencia de continuo exilio de Darwix, de acarrear maletas, acomodarse en otras casas, colgar nuevamente cuadros... El poeta, como su pueblo, transterrado. La patria convertida en maleta, que diría Darwix, en una valija caligráfica. El único refugio se encuentra en las circunvoluciones de una inmensa letra, el dād. El pueblo árabe se autodefine por su capacidad de pronunciar una d enfática, cuyo sonido dental y sonoro es su santo y seña. La caligrafía de la letra emblemática se asemeja a un velero, metáfora perfecta de la itinerancia y del desapego.

La traslación como existencia y la traducción como confrontación con la tradición acaban identificadas en una lógica del desapego. Después de su experiencia de más de una docena de años en la Universitat d'Alacant, Luz Gómez, ejercitada en la gimnasia del matiz, en la observación precisa de la aspereza del verbo o de las inflexiones del ritmo, identifica también ese desapego como característica valenciana. Sorprende la precisión quirúrgica de su diagnóstico. Tal vez el culto al fuego, el arte efímero de la música, la pasión por la fragancia del azahar o el gusto por el espacio abierto no sean más que manifestaciones de un desapego antropológico que el pueblo valenciano atesora, de manera ignota, como el gran legado de los siglos de hegemonía árabe. Detrás de vestigios toponímicos y desatendidos restos arqueológicos, palpita una condición vital semejante. Desde la distancia de un cosmopolita campus madrileño se suscitan cuestiones cruciales: ¿A qué negar que otras ciudades en el norte de África o en el Oriente Medio proyectan en el Mediterráneo el mismo reflejo que las valencianas? ¿que el puerto de Beirut revivió lo acaecido en el de Alacant? ¿o que nuestra auténtica “tierra mítica” se encuentra en el paralelo simbólico que une Granada y Samarcanda (precisamente el gran eje ausente del fracasado parque temático de Benidorm)? Sólo los siglos de intolerancia inquisitorial hacen de este pueblo de “moros i cristians” algo parecido al mutilado sin piernas de los poemas de Abbas Beydoun, también vertidos al castellano por Luz Gómez (Vaso Roto, 2012). Tal vez nosotros, como la profesora traductora, también tengamos mucho que ganar de la “memoria para el olvido” de Darwix, de su maleta caligráfica, de su lírica invitación al reconocimiento del desapego existencial. Tradición, traducción y traslación.

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