dijous, 30 de juny del 2022

Laura Mola

 Opinió, 1/7/2022 html ací.


Recorda vosté el cas de Carmen Mola, aquella autora de novel·les que era la impostura d’un trio de fulletonistes? Doncs, ací té justament el contrari: un llibre amb tres autors que no amaguen el seu nom ni la seua condició de persones amb discapacitat; una publicació que, en oposició a aquelles, no vol promoure l’evasió de l’entreteniment, sinó el dret a la integració de les persones amb diversitat funcional, que no multiplica innecessàriament les seues planes, sinó que apunta a allò essencial. Laura Soler, Jorge Ayala i Mariana Cano han publicat «Manual de Inclusión y Diversidad en la Empresa» (ed. Acen, 2022), llibre que fou presentat la setmana passada a Madrid, Alacant i València.

El text és fruit de la col·laboració telemàtica del professor Jorge Ayala de l’Institut Tecnològic de Monterrey de Mèxic (una universitat avaluada als rànquings per damunt de totes les nostres), Mariana Cano, un motor del nostre l’associacionisme de persones amb discapacitat, i Laura Soler, una política socialista valenciana. En temps en el quals el populisme atia la desconsideració de la política cal fer un reconeixement públic a Laura Soler: la primera persona amb discapacitat que fou elegida regidora a l’Ajuntament d’Alacant, fet que exigí l’adaptació de la sala de plens del consistori, i també la primera persona que es desplaça amb cadira de rodes que fou elegida diputada a les Corts Valencianes, on també promogué l’adaptació de l’hemicicle i la seua trona retràctil, a més, d’obrir la comissió permanent sobre discapacitat. Al palau dels Borja tenim ara quatre persones diputades amb diversitat funcional, amb el cas, també emblemàtic, de Pilar Lima, exsenadora i ara la primera síndica d’un parlament amb discapacitat auditiva.

La plena integració passa no només per disposar d’adaptacions arquitectòniques o d’altres tipus, sinó sobretot per poder treballar. No hi ha prou amb una llei que afavorisca la integració laboral de les persones amb discapacitat, sinó que les empreses han d’adaptar-se per fer possible la inclusió, han de diposar de plans efectius d’inclusió que tinguen en compte la pluralitat de diversitats funcionals. Per tal d’elaborar-los, al Manual esmentat trobareu definicions i pautes ben clares. Una lectura imprescindible per a l’empresariat i els representants dels treballadors i les treballadores. Però també per a moltes més persones, des de responsables d’empreses públiques o semipúbliques a participants en l’associacionisme de persones amb discapacitat, des de persones relacionades amb l’educació o el treball social a integrants del món de la formació o el voluntariat.

La mà de Laura Soler, doctora en filologia, s’adverteix en una redacció precisa i suggerent alhora, que determina amb precisió els conceptes centrals i, al mateix temps, estimula el plantejament de noves qüestions. Per posar un parell d’exemples: estan adaptats els aparells sanitaris a les persones amb discapacitats (p. ex., mamografies)? Estan considerades en els plans d’emergència, que inevitablement s’activaren amb les pluges de la fi de l’estiu o la tardor? Un Manual necessari o, en dues paraules: Laura Mola.

dissabte, 18 de juny del 2022

Fuster letrateniente, lugarteniente

 [Postdata, 18/06/2022, html ací, jpg ací]


La Universitat de València ha publicado la antología Joan Fuster: Escritos de crítica cultural, con edición de Salvador Ortells y F. Pérez Moragon, en su prestigiosa colección Estètica & Crítica. El libro reúne, después de un par de magníficas introducciones de los editores, escritos breves de Fuster que se ocupan, respectivamente, de crítica literaria (118 pp., con textos sobre Dostoievski, Orwell o Camus), artística (74 pp., sobre Giotto, Goya o Chagall) y musical (46 pp., sobre Bach, Stravinsky o Cage). Se cumple lo que escribió el propio Fuster, a propósito del centenario de Paul Valéry: cunde la literatura conmemorativa. O no, porque todavía el apellido Fuster o la palabra ‘país’ sarpullen a los inquisidores.

Joan Fuster es, sin duda, el intelectual valenciano más importante del siglo XX; no diré de todos los tiempos, por mi pasión por Vives, pero todo es discutible. No fue el historiador más notable, ni el filósofo o el esteta más penetrante, ni el antropólogo o el sociólogo más comprensivo, ni el literato más reconocido; él fue un intelectual, que es otra cosa. Y al decidirse por serlo, se convirtió además en lugarteniente, en uno o tal vez en el más importante, de aquellas disciplinas y sus intersecciones en el País Valencià: literalmente aquel que guardaba el lugar, esperando que finalizara el tiempo de silencio y se formaran nuevos especialistas que las hicieran florecer. A pesar de su escepticismo, el nacionalismo también encontró un cobijo peripatético en su figura, mientras los inquisidores lo anatematizaron, sin saber que así le otorgaban la razón. Las manos asesinas que pusieron la goma-2 en su ventana permanecen todavía en la impunidad.

¿Qué interés puede tener esta compilación de reseñas o piezas breves, que en su mayor parte fueron publicadas originalmente en castellano, más allá de permitir el acceso a fuentes ahora remotas? ¿Por qué añadir una antología más a la nutrida nómina de las fusterianas? Simplificando, hay dos tipos de antologías: las sustitutivas y las restitutivas. Las primeras son inaceptables, porque parten del supuesto de la incompetencia del lector (que, al mismo tiempo, hipertrofian), y enmascaran que «leer pide tiempo» (Fuster scripsit, como el resto de entrecomillados) y acentúan la «decadencia de la lectura desinteresada». En definitiva, dan gato por liebre. Las segundas, las restitutivas, no son sucedáneos por vía de poda, sino que amplían el perímetro, nos orientan sobre qué hay más allá de determinados libros y sobre todo en qué taller se produjeron estos y con qué piezas se montaron. Liebre por felino, como acreditan las de Adorno o Kracauer.

Las reseñas literarias y los artículos breves de crítica artística o musical son un género próximo al funambulismo. El autor de este tipo de piezas siempre debe guardar un difícil equilibrio entre animar en sus destinatarios la lectura, la contemplación o la audición de lo que comenta y, por otro lado, someterlo a juicio crítico, con un procedimiento que en definitiva pende de la fina cuerda de su subjetividad. Esto representa, en negativo, la diferencia con el artículo científico (presuntamente desinfectado de cualquier traza del yo) y, en positivo, la apertura a la forma de atrevimiento intelectual, del ensayo propiamente dicho, heredera de Montaigne. Por ello, estas piezas tienen el valor de constituir las teselas que se combinarán en el mosaico de los libros, y estos, al tiempo, formarán el material para ulteriores trencadissos.

En el caso de los textos de Fuster comentados (teselas de reseñas, unos, y trencadís de El descrédito de la realidad, Diccionario para ociosos o Causar-se d’esperar, otros) se advierte pronto el oficio de este «escribiente», más que escritor, de este «letrateniente» (según palabra de M. Sacristán, ¡otro que tal!), para someter cualquier materia cultural a su particular juicio, una habilidad inquisitiva (como acuña S. Ortells) que suele comenzar en el punto mismo del encuentro con aquella pieza (sin esconder frecuentemente lo azaroso o inadecuado del caso ¡¿y cómo no en el erial de la dictadura?!). Luego, como la araña tejedora, va lanzando hilos en espiral en un ejercicio de «fluencia proteica», como escribe a propósito de Picasso. Incluso, en no pocas ocasiones, en contradirección de lo argumentado un párrafo antes. En ningún momento esconde sus restricciones, la precariedad del acceso a la bibliografía o la lejanía de una relectura puesto que «si llegamos a tener razón, la tenemos a medias». Ahora bien, estas teselas, a veces de filo cortante, son preferibles a los subproductos de «fulanos honorables, académicos incapaces de matar una mosca». Bloch o Enzensberger le darían la razón.

El intelectual lugarteniente tiene que saber retirarse, pero eso es imposible cuando su manera de ganarse el sustento es «leer y escribir» y uno se convierte en justo estandarte. Encontrar entonces acomodo en la cátedra es lo más disculpable.

No conviertan ustedes estas piezas en lo que no son (historia, sociología, filosofía, etc.), y menos aún destilen aforismos o escarben en busca de códigos esotéricos de reconstrucció nacional, que si se produce irá por otros vericuetos, sino que léanlas para percibir «la intuición del ingenio o de palabra, que es lo que cuenta». También, si lo consideran, piensen en sus límites, que los hay. No las contemplen como rancias mercancías dispuestas en el escaparate de un centenario, sino como resultados de la tenacidad de un trabajador del «ramo de la pluma», que pensaba con ella, como Wittgenstein, y envidiaba la suerte de Valéry porque «pudo ganarse el jornal sin llenar demasiadas cuartillas». Y disfruten de polemizar con los textos, como si pasearan con el autor entre campos de arroz o vieran pasar las ánades a la fresca.

divendres, 10 de juny del 2022

Valencià: l’altra via

[Opinió, 9/6/2023, html ací]


Un de cada tres joves no sap valencià. Què hem de fer perquè s’acomplisca la llei? La Constitució estableix l’obligatorietat de saber el castellà (art. 3.1). Segons l’INE, el 99,5% de les persones entre 18 i 24 anys declara saber-lo. La nostra Llei 4/1983 també determina que: «al final dels cicles en què es declara obligatòria la incorporació del valencià a l’ensenyament, i qualsevol que haja estat la llengua habitual en iniciar els estudis, els alumnes han d’estar capacitats per a utilitzar, oralment i per escrit, el valencià en igualtat amb el castellà» (art. 19.2). S’acompleix aquest precepte? No. En aquella cohort d’edat, només 2 de cada 3 joves declaren saber valencià, encara que han finalitzat recentment l’Educació obligatòria. Què fem? Continuem amb l’incompliment de la llei?

Des de Real Cédula del 12 de juliol de 1807, la legislació escolar espanyola ha inclós tres tipus de mesures per garantir els aprenentatges de l’estudiantat, establir els quals era competència de l’Estat: determinació de programes, control de llibres de text o exàmens terminals. Fins a la dictadura, l’alternança de governs conservadors i liberals va significar una llarga nòmina de decrets, on no sempre una orientació política es corresponia unívocament amb un tipus de mesures. Al remat, només hi ha dues vies: intervindre en allò que es fa a l’aula (programes, materials didàctics) o prendre mesures «end of pipe», al final de la canonada: exàmens finals, revàlides, proves d’accés, etc. És el que fa l’Estat per comprovar que els aspirants a la nacionalitat acompleixen aquell precepte de coneixement dels castellà: fer-los l’examen que estableix l’Institut Cervantes.

Pel que fa a la nostra llengua, hem vist com els Governs autonòmics, segons les competències del poder Executiu, han establert les seues normes d’acord la primera via (interacció a l’aula). I una vegada i una altra, els seus decrets han sigut capgirats per resolucions judicials, que ordenen percentatges de docència (vehicular, curricular) en castellà. Amb quin fonament empíric s’ordena una intervenció en allò que es fa en l’aula perquè s’aconseguisca el que ja està assolit (en el cas del castellà)? Per què desplaçar el focus del problema real: que una tercera part de l’estudiantat conclou la Secundària Obligatòria de manera legalment il·lícita (en el cas del valencià)? Hi ha una qüestió més inquietant encara: què passaria si l’Executiu decidira aconseguir els objectius que estableix la llei mitjançant mesures «end of pipe» (altrament dit: no certificar l’Educació Secundària Obligatòria als alumnes que no estigueren «capacitats per a utilitzar, oralment i per escrit, el valencià en igualtat amb el castellà»)? Han pensat aquests magistrats, tan preocupats per salvar el que està salvat, què succeiria si, seguint escrupolosament la Llei 4/1983, només titulara de Secundària Obligatòria qui poguera acreditar un determinat nivell de castellà i de valencià segons, per exemple, les proves oficials del Marc Europeu de Llengües? Què podria ocórrer si l’Executiu establira proves de nivell (com volia fer, en general, el ministre Wert) per a la nostra llengua com a resposta a la intromissió judicial en les competències de l’Executiu? No hi ens aboquen les sentències a emprendre l’altra via? Penseu-ho.