[Article signat per Francesc J. Hernàndez i Benno Herzog]
La correspondencia entre Gretel Karplus, de casada Gretel Adorno, y Walter Benjamin se compone de 180 cartas, aunque en ellas se mencionan varias decenas de epístolas más que se han perdido. La primera carta conservada es de 1930 y la segunda de 1932. A partir de la tercera carta, de 1933, el epistolario muestra un trato singular entre los dos corresponsales, que se presentan con pseudónimo, como Detlef Holz y Felizitas, y que expresan mediante su epistolario una relación privada que se ubicaría, como escribe ella, en un terreno entre la amistad y el amor.
Hasta su suicidio en 1940, Benjamin da cuenta en sus escritos a Felizitas de sus dificultades y sus viajes. Ella le presta un apoyo continuado y le transmite sus preocupaciones y sus esperanzas. Felizitas organiza la biblioteca que Benjamin deja en Alemania, le hace envíos de cuadernos para notas y cartas, le mecanografía los manuscritos e intercede por él ante Theodor W. Adorno, con el que contraería matrimonio, y ante el director del Instituto de Investigación Social de Frankfurt, Max Horkheimer, que fueron los principales valedores del ensayista en este período. La complicidad entre Felizitas y Benjamin se sustenta probablemente en un origen común (los dos eran berlineses) y en una cierta propensión melancólica. Ambos se sinceran sobre el valor de esa relación secreta en medio de sus dificultades y enjuician sin tapujos a las personas con las que tratan, entre ellas el nutrido grupo de intelectuales con los que se relacionaron: Brecht, Scholem, Tillich, Kracauer, Eisler, Bloch, Lazarsfeld, Löwenthal, Sohn-Rethel, etc., así como, naturalmente, a los miembros del Instituto de Investigación Social.
Las últimas cartas que intercambian Felizitas, ya en su exilio en Estados Unidos, y Benjamin, que dirige sus cartas desde París, el campo de trabajo de Nevers y Lourdes, reflejan bien el drama que viven. Por ejemplo, el 31 de mayo de 1939, Gretel habla de la exposición en Nueva York del Gernika de Picasso; el 7 de julio le cuenta que Horkheimer, también en el exilio, ha concluido un ensayo sobre el fascismo; el 15 del mismo mes escribe: “Dos meses y medio y nos volveremos a ver”.
El pronóstico falla. El 1 de septiembre las tropas alemanas invaden Polonia. El 9 de ese mes Felizitas le escribe, a propósito de la guerra que ha comenzado, “nadie sabe realmente qué está pasando”. Benjamin tiene que posponer su viaje. Se concentra en sus obras, el libro de los Pasajes y el estudio sobre Baudelaire, así como el opúsculo con las tesis de filosofía de la historia, y en nuevos proyectos que no llegó a desarrollar, como una comparación entre Rousseau y Gide. El 8 de julio de 1940 recibe la última carta de Felizitas que, escribe, le llena de una alegría que no había sentido desde hacía tiempo. El 19 de julio, Benjamin remite la última carta que hemos conservado de ese intercambio epistolar desde Lourdes. Pretende atravesar España para embarcar desde Portugal a los Estados Unidos. No lo conseguirá.
Después de cruzar clandestinamente los Pirineos, la policía española le cierra el paso en Portbou. En un pequeño hotel se suicida la noche del 26 al 27 de septiembre. Inmediatamente es enterrado. En la última carta a Felizitas y para darle una idea de su situación, le describe lo que lleva en la maleta: sólo una máscara de gas y los efectos de aseo. Únicamente acarrea un libro: las Memorias del cardenal de Retz. Comenta: “Así, solo en mi habitación, apelaré al Gran Siglo”. No es fácil determinar qué edición del libro escogió para su último viaje.
Hacia 1675, Jean-François-Paul de Gondi (1614-1679), cardenal de Retz, comenzó a redactar unas memorias que ocuparon miles de páginas. A causa de ello, todas las ediciones desde la de 1717 se dispusieron en varios volúmenes, de dos a seis según los casos. Por ello, es probable que el libro que acompañaba a Benjamin en su paso por los Pirineos fuera la selección de fragmentos publicada en 1913 y reeditada en 1928 como Mémoires. Meilleurs pages.
¿Por qué Benjamin, un especialista de la literatura francesa del siglo XIX y XX, eligió para su último viaje aquel libro de un eclesiástico intrigante del XVII? Gondi, activo en las revueltas de la Fronde, también sufrió la animadversión del déspota (Luis XIV), el encarcelamiento, la huida y el exilio. De hecho, se escapó de la prisión en Belle Ile (Bretaña) en septiembre de 1654 y llegó a su refugio en Roma ochenta días después, atravesando la Península Ibérica (por cierto, el 14 de octubre embarcó en Vinaròs rumbo a Palma). ¿Inspiraría el infortunio del exiliado Gondi, reelaborado ampliamente en sus Mémoires, a Benjamin? Nada sabemos. Ni siquiera, como glosa bien el documental de David Mauas Who killed Walter Benjamin?, el destino de su precaria maleta. Así que si encuentran un volumen de las mejores páginas de las memorias del cardenal de Retz en algún anticuario o biblioteca de L'Empurdà no duden en escribirnos.
Hasta su suicidio en 1940, Benjamin da cuenta en sus escritos a Felizitas de sus dificultades y sus viajes. Ella le presta un apoyo continuado y le transmite sus preocupaciones y sus esperanzas. Felizitas organiza la biblioteca que Benjamin deja en Alemania, le hace envíos de cuadernos para notas y cartas, le mecanografía los manuscritos e intercede por él ante Theodor W. Adorno, con el que contraería matrimonio, y ante el director del Instituto de Investigación Social de Frankfurt, Max Horkheimer, que fueron los principales valedores del ensayista en este período. La complicidad entre Felizitas y Benjamin se sustenta probablemente en un origen común (los dos eran berlineses) y en una cierta propensión melancólica. Ambos se sinceran sobre el valor de esa relación secreta en medio de sus dificultades y enjuician sin tapujos a las personas con las que tratan, entre ellas el nutrido grupo de intelectuales con los que se relacionaron: Brecht, Scholem, Tillich, Kracauer, Eisler, Bloch, Lazarsfeld, Löwenthal, Sohn-Rethel, etc., así como, naturalmente, a los miembros del Instituto de Investigación Social.
Las últimas cartas que intercambian Felizitas, ya en su exilio en Estados Unidos, y Benjamin, que dirige sus cartas desde París, el campo de trabajo de Nevers y Lourdes, reflejan bien el drama que viven. Por ejemplo, el 31 de mayo de 1939, Gretel habla de la exposición en Nueva York del Gernika de Picasso; el 7 de julio le cuenta que Horkheimer, también en el exilio, ha concluido un ensayo sobre el fascismo; el 15 del mismo mes escribe: “Dos meses y medio y nos volveremos a ver”.
El pronóstico falla. El 1 de septiembre las tropas alemanas invaden Polonia. El 9 de ese mes Felizitas le escribe, a propósito de la guerra que ha comenzado, “nadie sabe realmente qué está pasando”. Benjamin tiene que posponer su viaje. Se concentra en sus obras, el libro de los Pasajes y el estudio sobre Baudelaire, así como el opúsculo con las tesis de filosofía de la historia, y en nuevos proyectos que no llegó a desarrollar, como una comparación entre Rousseau y Gide. El 8 de julio de 1940 recibe la última carta de Felizitas que, escribe, le llena de una alegría que no había sentido desde hacía tiempo. El 19 de julio, Benjamin remite la última carta que hemos conservado de ese intercambio epistolar desde Lourdes. Pretende atravesar España para embarcar desde Portugal a los Estados Unidos. No lo conseguirá.
Después de cruzar clandestinamente los Pirineos, la policía española le cierra el paso en Portbou. En un pequeño hotel se suicida la noche del 26 al 27 de septiembre. Inmediatamente es enterrado. En la última carta a Felizitas y para darle una idea de su situación, le describe lo que lleva en la maleta: sólo una máscara de gas y los efectos de aseo. Únicamente acarrea un libro: las Memorias del cardenal de Retz. Comenta: “Así, solo en mi habitación, apelaré al Gran Siglo”. No es fácil determinar qué edición del libro escogió para su último viaje.
Hacia 1675, Jean-François-Paul de Gondi (1614-1679), cardenal de Retz, comenzó a redactar unas memorias que ocuparon miles de páginas. A causa de ello, todas las ediciones desde la de 1717 se dispusieron en varios volúmenes, de dos a seis según los casos. Por ello, es probable que el libro que acompañaba a Benjamin en su paso por los Pirineos fuera la selección de fragmentos publicada en 1913 y reeditada en 1928 como Mémoires. Meilleurs pages.
¿Por qué Benjamin, un especialista de la literatura francesa del siglo XIX y XX, eligió para su último viaje aquel libro de un eclesiástico intrigante del XVII? Gondi, activo en las revueltas de la Fronde, también sufrió la animadversión del déspota (Luis XIV), el encarcelamiento, la huida y el exilio. De hecho, se escapó de la prisión en Belle Ile (Bretaña) en septiembre de 1654 y llegó a su refugio en Roma ochenta días después, atravesando la Península Ibérica (por cierto, el 14 de octubre embarcó en Vinaròs rumbo a Palma). ¿Inspiraría el infortunio del exiliado Gondi, reelaborado ampliamente en sus Mémoires, a Benjamin? Nada sabemos. Ni siquiera, como glosa bien el documental de David Mauas Who killed Walter Benjamin?, el destino de su precaria maleta. Así que si encuentran un volumen de las mejores páginas de las memorias del cardenal de Retz en algún anticuario o biblioteca de L'Empurdà no duden en escribirnos.